SAN MIGUEL 5 LINIERS 0
Las goleadas no son propicias para argumentar defensas. Las goleadas adversas, se entiende. Son las que dejan espacio para las críticas de boca en boca, para las condenas que dicta el desencanto. Claro, ahora, lo más fácil, lo más cómodo, sería sumarse a las críticas, a las condenas y no dejar títere con cabeza. Al fin, cinco a cero es una diferencia demasiado amplia como para permitirse el casi delirio de sostener que fue injusto, que parece inexplicable, que se trató de una mala tarde y todas esas cosas que, los que somos parte de este maravilloso espectáculo solemos utilizar como justificativo. Pero también es cierto que Liniers había arrancado prometedoramente. Al menos, los primeros diez minutos. Hasta el primer gol de San Miguel. No porque haya puesto en aprietos a la defensa local. Tampoco fue así. De hecho, si hay algo que le faltó a Liniers fue profundidad. Pero, a sabiendas de que en la semana se había trabajado en lo anímico, dimos cuenta de que el equipo entró al partido bien metido, aunque no siguió en el mismo tono. La única jugada elaborada sucedió cuando se cumplían dieciocho minutos tras una proyección de Ariel Figueroa y posterior combinación entre Hugo Palmerola y Maximiliano Portillo, que finalizó con un centro pasado del ex Platense que Alejandro Cuevas entrando tarde al área no llegó a conectar. Después, en líneas generales, el “Celeste” se empecinó en lanzar centros al área penal, siendo éstos controlados sin mayores inconvenientes por el arquero Juan Gómez. Que, dicho sea de paso, casi no tuvo intervenciones, a excepción del remate que le contuvo a Alejandro Cuevas sobre los treinta y seis minutos, tras un pase bien puesto por Raúl Ruiz. Encima, en tan sólo cinco minutos, el “Trueno verde” prácticamente definió el encuentro con dos goles más sobre el final de la primera etapa.
En los primeros minutos del complemento, Liniers salió en busca del descuento con mayor ansia. Pero, también, con desesperación. Y dejando, además, más espacio para exponerse a la contra. San Miguel actuó con la frialdad de una computadora. Cada vez que tuvo el balón supo sacarle provecho. Y el contraataque funcionó casi a la perfección. En apenas tres minutos de juego el conjunto local ya estaba cuatro goles arriba. Y por más tiempo que faltase, a esa altura, creer en un repunte era una utopía. Enseguida ingresó Nilo Vigna por Ruiz en busca de soluciones. Su aporte no sirvió para serenar a un equipo que se descontroló por imperio de las circunstancias. El sistema ofensivo careció de precisión y los nervios dificultaron la visión del objetivo. Además, San Miguel estuvo aséptico, apacible. Y sacó golpes de nocaut. El ingresado Gabriel Garcete contó con tres oportunidades claras de gol. La primera que tuvo definió mal. En las dos siguientes intervino eficazmente Mariano Monllor. Pero el que no falló fue otro de los sustitutos: Fernando Bianchi, que definió por encima de la humanidad de Monllor tras un error defensivo. Sobre el final, la expulsión de Figueroa. Como un dato más para la estadística. Seguramente en la semana se trabajará nuevamente en lo anímico y, por supuesto, en lo futbolístico. No habrá tanto tiempo esta vez. El miércoles hay que enfrentar a Luján. Aunque quizás no pase por una cuestión de tiempo, sino de mente.
HÉCTOR QUATRIDA, PARA RUMORES DEL ASCENSO
Las goleadas no son propicias para argumentar defensas. Las goleadas adversas, se entiende. Son las que dejan espacio para las críticas de boca en boca, para las condenas que dicta el desencanto. Claro, ahora, lo más fácil, lo más cómodo, sería sumarse a las críticas, a las condenas y no dejar títere con cabeza. Al fin, cinco a cero es una diferencia demasiado amplia como para permitirse el casi delirio de sostener que fue injusto, que parece inexplicable, que se trató de una mala tarde y todas esas cosas que, los que somos parte de este maravilloso espectáculo solemos utilizar como justificativo. Pero también es cierto que Liniers había arrancado prometedoramente. Al menos, los primeros diez minutos. Hasta el primer gol de San Miguel. No porque haya puesto en aprietos a la defensa local. Tampoco fue así. De hecho, si hay algo que le faltó a Liniers fue profundidad. Pero, a sabiendas de que en la semana se había trabajado en lo anímico, dimos cuenta de que el equipo entró al partido bien metido, aunque no siguió en el mismo tono. La única jugada elaborada sucedió cuando se cumplían dieciocho minutos tras una proyección de Ariel Figueroa y posterior combinación entre Hugo Palmerola y Maximiliano Portillo, que finalizó con un centro pasado del ex Platense que Alejandro Cuevas entrando tarde al área no llegó a conectar. Después, en líneas generales, el “Celeste” se empecinó en lanzar centros al área penal, siendo éstos controlados sin mayores inconvenientes por el arquero Juan Gómez. Que, dicho sea de paso, casi no tuvo intervenciones, a excepción del remate que le contuvo a Alejandro Cuevas sobre los treinta y seis minutos, tras un pase bien puesto por Raúl Ruiz. Encima, en tan sólo cinco minutos, el “Trueno verde” prácticamente definió el encuentro con dos goles más sobre el final de la primera etapa.
En los primeros minutos del complemento, Liniers salió en busca del descuento con mayor ansia. Pero, también, con desesperación. Y dejando, además, más espacio para exponerse a la contra. San Miguel actuó con la frialdad de una computadora. Cada vez que tuvo el balón supo sacarle provecho. Y el contraataque funcionó casi a la perfección. En apenas tres minutos de juego el conjunto local ya estaba cuatro goles arriba. Y por más tiempo que faltase, a esa altura, creer en un repunte era una utopía. Enseguida ingresó Nilo Vigna por Ruiz en busca de soluciones. Su aporte no sirvió para serenar a un equipo que se descontroló por imperio de las circunstancias. El sistema ofensivo careció de precisión y los nervios dificultaron la visión del objetivo. Además, San Miguel estuvo aséptico, apacible. Y sacó golpes de nocaut. El ingresado Gabriel Garcete contó con tres oportunidades claras de gol. La primera que tuvo definió mal. En las dos siguientes intervino eficazmente Mariano Monllor. Pero el que no falló fue otro de los sustitutos: Fernando Bianchi, que definió por encima de la humanidad de Monllor tras un error defensivo. Sobre el final, la expulsión de Figueroa. Como un dato más para la estadística. Seguramente en la semana se trabajará nuevamente en lo anímico y, por supuesto, en lo futbolístico. No habrá tanto tiempo esta vez. El miércoles hay que enfrentar a Luján. Aunque quizás no pase por una cuestión de tiempo, sino de mente.
HÉCTOR QUATRIDA, PARA RUMORES DEL ASCENSO
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