
También, que todo lo bueno y lo malo que se vio el jueves en Alta Córdoba fue responsabilidad exclusiva del conjunto albirrojo.
Desde el vamos, el equipo que dirige Claudio Vivas equivocó los caminos. La decisión de sostener a Facundo Alfonso, con la única y exclusiva misión de hacerle marca personal a De Blasis, el mediapunta contrario, no tuvo razón de ser. No es que el volante tapón haya desentonado –de hecho, ganó y perdió con su marcado y hasta podría concluirse en que cumplió su misión–, pero fue uno menos a la hora de jugar. Si la idea era sacrificarlo para que los laterales tuvieran más protagonismo ofensivo, está claro que la movida no dio resultado. Fueron contadas con los dedos de una mano, y carentes de toda trascendencia, las escaladas de Damiani y Canever. Para colmo, Zapata y Lima nunca pudieron tomar las riendas del medio campo y Godoy penduló del medio hacia la izquierda sin lograr desequilibrar con su gambeta.
Esa falta de juego y la intención de poner rápido la pelota en campo contrario, llevaron a la imprecisión al elenco dueño de casa. Bergese, lanzado inicialmente por izquierda y muchas veces chocando con Godoy, pareció ser la llave para abrir la férrea defensa del Verde. Pero demasiadas pelotas divididas y un Lázzaro fastidioso –síntoma evidente del síndrome de abstinencia goleadora– no ayudaron para clarificar las cosas en las adyacencias del arco rival.
Ferro se agrupó bien atrás, aguantó los primeros embates de Instituto, metió alguna que otra pierna fuerte con la complicidad del árbitro Pablo Díaz y le sacó máximo provecho a su segundo y último arribo ofensivo. El baldazo de agua helada llegó a los 31 minutos: De Blasis ejecutó un tiro libre, Leonforte la bajó de cabeza y Carballo facturó. Lejos de reaccionar, Instituto siguió insistiendo con los pelotazos, facilitando la tarea de los centrales contrarios.
En el complemento, la Gloria salió decidido a llevarse por delante a Ferro, y desde temprano empezó a exigir a Champagne. Consciente de que se le venía la noche, “el Chaucha” Bianco le movió el tablero a Vivas, poniendo otro delantero, sacando a De Blasis y quitándole sentido a la presencia de Alfonso. Lo advirtió Vivas, pero al toque llegó la expulsión de Lázzaro que hizo todo más cuesta arriba. Lo que se vio después fue un monólogo sin demasiadas ideas del equipo local. Cuando ya no tuvo más delanteros para amontonar arriba, el DT albirrojo le jugó una ficha a Furios. Sacó un pleno. Con el recurso extremo de tirarle la lanza a uno de sus caciques.
LA VOZ
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