Lo que entregó la excursión a Mar del Plata fue que el panorama no es el apocalipsis generalizado que asomó tras la derrota con los jujeños. Porque tras ese mazazo en el Gigante, donde estalló la bronca de la gente, el equipo supo sacar a relucir un resto de amor propio y levantar la cabeza en la adversidad. Así pudo construir, con algunos pasajes de efectividad elogiables, un cierre de año con triunfo y alivio ante el Tiburón marplatense.
Claro que ni el más fanático de los hinchas canallas se cree que esta goleada será la cicatriz de todos los males. Pero sí debe ser capitalizada como el punto de partida para encarar con optimismo la pretemporada de enero. Quedó claro que si Central tiene un rendimiento de satisfactorio para arriba está en condiciones de ganarle a todos los rivales de la divisional, dentro y fuera del Gigante.
Buen pulso
No se puede soslayar que Héctor Rivoira llegó en un contexto complicado y no le tembló el pulso para tomar decisiones. El Chulo probó a casi todos los jugadores del plantel y al final se la jugó por los que consideró que estaban mejor. Tuvo la valentía de decirle en la cara a algunos futbolistas que no los iba a tener más en cuenta para el próximo semestre y a la vez apostó muy fuerte por algunos pibes que de a poco van certificando sus condiciones.
El entrenador rescató al mediocampista Matías Ballini, que venía de una seria lesión y lo plantó de cinco tapón. Le dio protagonismo al volante Martín Rivero para que tenga recorrido y pueda sacarle provecho a su notable pegada. Le renovó la confianza al polifuncional Jonatan Gómez, en la función de extremo derecho bien ofensivo. También apostó por el atrevido Federico Carrizo, quien hasta aquí no había tenido chances para que intente diabluras en los metros finales.
La vuelta al ruedo de Milton Zárate y Adrián De León (de ingreso electrizante y goleador ante Aldosivi) fue otra decisión del entrenador. Y también buscó rodear lo mejor posible al Kily González y a Lucho Figueroa. El resultado no apareció de un día para el otro. Costó. Pero en Mar del Plata hubo muchas señales positivas. Asomó un camino a seguir.
Rivoira sabe mejor que nadie que su Central tiene mucha tarea de vacaciones. Espera con optimismo los refuerzos que solicitó y está convencido de que hay material para pegar el salto de calidad. El perfil de equipo protagonista y ofensivo no es un verso. Esto queda demostrado en los once que salen a la cancha. El año futbolístico terminó con una goleada que trajo alivio y por sobre todas las cosas una renovación de esperanza.
LA CAPITAL
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