Si la última imagen es la que cuenta, debe preocuparse. O más bien, ocuparse. Fue inversamente proporcional a la que dejó al término del debut ante San Martín de San Juan o a la de los primeros 45 minutos de anoche en Córdoba. Por ahora, Central es un motor de un tiempo. Está entre crecer o decaer, estancado hasta aquí en un resultado que le da crédito y posibilidades de despegar. Pero la política del “uno a uno” se sabe en qué termina y la cuestión será entonces hacia dónde inclinará la balanza.
El 1 a 1 de ayer ante Belgrano estuvo dividido en dos compartimientos estancos. Un tiempo claramente favorable a Central, el primero, que debió llevárselo.
Y el otro a favor del local, que casi se lleva todo al punto de agrandar la figura de Jorge Broun. Por eso, y porque pese a ser dominador, Olave también pasó sofocones en ese complemento, al final hubo conformismo de ambos lados. Pero al equipo de Mostaza Merlo sólo debe servirle para la ocasión, porque para intentar ser candidato no deberá quedarse con eso y pegar, cuanto antes mejor, el salto de calidad.
Hasta el momento, con apenas dos partidos en el lomo, está en el juego de las insinuaciones. Lógicas, pero que deben ser indicadores de rumbo. Hay una sensación: que todo lo bueno y todo lo malo dependió de Central.
Olave lo resumió así: “En el primer tiempo ellos impusieron un ritmo muy alto y nos dominaron”. Es cierto. Con Rivero monopolizando la pelota, Guizasola y Shaffer punzantes por sus laterales y los delanteros muy participativos, el dominio canalla sólo pudo traducirse en un gol, el que convirtió el Burrito Rivero.
El empate de Belgrano, que llegó en un breve reláx auriazul de esa etapa, fue también un claro ejemplo de lo mismo. Fue el equipo de Merlo el que impuso los tiempos, y que en el remate en el travesaño del peruano o en el cabezazo de Toledo, o en el disparo de Figueroa que se fue al lado del palo, debió desnivelar.
Pero acaso porque falta más ensamble, porque a Rivero le faltan más partidos para ser una manija definida o porque necesitaría socios más activos, como debió ser Jonatan Gómez o tal vez Paglialunga, es que Central cayó en una laguna prolongada en el complemento que pudo costarle caro, más allá de que tuvos dos oportunidades netas también.
Cuando el peruano Guizasola y Shaffer salieron de la cancha le quedó aún menos crédito y se fue encerrando solo contra Broun, por suerte muy seguro.
>> Un piso para crecer
Es de esperar que esa debacle no suponga un techo, sino la falta de desarrollo, tal vez de convencimiento, de que tiene un piso importante para crecer. Que lo mostró en los dos partidos, pero que evidentemente todavía no es suficiente para sumar de a tres, que es donde se apuntala la confianza en lo que se hace.
Dos cosas ya parecen seguras. Una, que el paso de Rosario Central por la categoría no será fácil, ni mucho menos. Otra, que en la B Nacional, también vale eso de “esto es fútbol”. Si logra prolongar sus buenos momentos y, sobre todo llevarlos a la red de enfrente, el trance será mucho menos espinoso. Para eso, no hay que dejar pasar un tiempo.
LA CAPITAL
El 1 a 1 de ayer ante Belgrano estuvo dividido en dos compartimientos estancos. Un tiempo claramente favorable a Central, el primero, que debió llevárselo.
Y el otro a favor del local, que casi se lleva todo al punto de agrandar la figura de Jorge Broun. Por eso, y porque pese a ser dominador, Olave también pasó sofocones en ese complemento, al final hubo conformismo de ambos lados. Pero al equipo de Mostaza Merlo sólo debe servirle para la ocasión, porque para intentar ser candidato no deberá quedarse con eso y pegar, cuanto antes mejor, el salto de calidad.
Hasta el momento, con apenas dos partidos en el lomo, está en el juego de las insinuaciones. Lógicas, pero que deben ser indicadores de rumbo. Hay una sensación: que todo lo bueno y todo lo malo dependió de Central.
Olave lo resumió así: “En el primer tiempo ellos impusieron un ritmo muy alto y nos dominaron”. Es cierto. Con Rivero monopolizando la pelota, Guizasola y Shaffer punzantes por sus laterales y los delanteros muy participativos, el dominio canalla sólo pudo traducirse en un gol, el que convirtió el Burrito Rivero.
El empate de Belgrano, que llegó en un breve reláx auriazul de esa etapa, fue también un claro ejemplo de lo mismo. Fue el equipo de Merlo el que impuso los tiempos, y que en el remate en el travesaño del peruano o en el cabezazo de Toledo, o en el disparo de Figueroa que se fue al lado del palo, debió desnivelar.
Pero acaso porque falta más ensamble, porque a Rivero le faltan más partidos para ser una manija definida o porque necesitaría socios más activos, como debió ser Jonatan Gómez o tal vez Paglialunga, es que Central cayó en una laguna prolongada en el complemento que pudo costarle caro, más allá de que tuvos dos oportunidades netas también.
Cuando el peruano Guizasola y Shaffer salieron de la cancha le quedó aún menos crédito y se fue encerrando solo contra Broun, por suerte muy seguro.
>> Un piso para crecer
Es de esperar que esa debacle no suponga un techo, sino la falta de desarrollo, tal vez de convencimiento, de que tiene un piso importante para crecer. Que lo mostró en los dos partidos, pero que evidentemente todavía no es suficiente para sumar de a tres, que es donde se apuntala la confianza en lo que se hace.
Dos cosas ya parecen seguras. Una, que el paso de Rosario Central por la categoría no será fácil, ni mucho menos. Otra, que en la B Nacional, también vale eso de “esto es fútbol”. Si logra prolongar sus buenos momentos y, sobre todo llevarlos a la red de enfrente, el trance será mucho menos espinoso. Para eso, no hay que dejar pasar un tiempo.
LA CAPITAL
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