Casi mil hinchas del Porve, dejando de lado el mal momento futbolístico por el cual atraviesa la institución, volvieron a reunirse en Gerli para rendirle un merecido homenaje al equipo de Garrafa y compañía…
Tal vez, la nostalgia junto al sentimiento blanquinegro, para muchos olvidado; hayan sido los principales cómplices capaces hasta de borrar la última nube de una mañana perfecta.
“Bienvenido a su casa, amigo del Porve; gracias por no faltar a la cita”, anunciaba el periodista Luís Ventura, pasadas las 11.30; mientras Alejandro Márquez y Leandro Alcar, los principales culpables del agasajo, corrían por el campo de juego de un impecable Gildo Ghersinich, con el fin de no descuidar ningún detalle menor.
Al ratito; tras la sorprendente exhibición de taekwondo y en medio de un aliento persistente de unos novecientos simpatizantes que de una buena vez volvían a reencontrarse con sus queridos tablones, iban a aparecer los pibes del FADI. De punta en blanco y cada categoría con sus respectivos delegados, los locos bajitos del Porve, recrearían la vuelta olímpica con la que sueñan despedir el año en un terreno mucho más chico y en medio de una alegría similar.
Posteriormente llegaron los discursos: “Es muy lindo estar en un día tan feliz para El Porvenir. Uno le debe mucho a la institución y si bien por esas cosas del fútbol, en su momento no llegamos a destino; pudimos hacer una linda campaña”; se sinceraba Ricardo Caruso Lombardi, ante la multitud que pedía por su retorno…
Minutos más tarde; Leonardo Carol Madelón, otro de los técnicos que había sido trasladado desde el vestuario hasta el centro de la cancha en un Rambler modelo 62 disfrazado con los colores del Porve, mientras chicaneaba a los hinchas, les decía: “No me aplaudan a mi… Yo solamente continué dos años un proceso que había arrancado Ricardo Calabria. Les quiero agradecer por ser parte del inicio de mi carrera como entrenador. No me olvido de esas cosas y tengo el mejor de los recuerdos de este club.”
Tal como sucedía el 1 de Agosto de 1998, la tarde de la recordada y gloriosa vuelta olímpica; Ricardo Calabria era el primero en fugarse entre una gran cantidad de fotógrafos y periodistas que buscaban perpetuar cada instante.
“Estoy muy feliz de poder estar en el club, en el cual me adoptaron de chico. Ojala el equipo tenga un buen campeonato y las cosas sigan creciendo. Gracias por tanto cariño…”; concluía Ricardo Rodríguez, ante una nueva e interminable rueda de aplausos y súplicas.
Finalizadas las palabras; Daniel “Tota” Santillán, otro de los invitados de lujo, nombraría a los futbolistas que de a uno, algunos con menos pelo, saltarían al verde césped.
Fernando Dubra, Juan Lago, Héctor Luengo, Marcelo Franchini, Iván Delfino, Walter Sanfilippo, Mariano Valentín, Carlos Andrade, Antonio Almirón, Diego Monarriz Jacinto Coronel, Claudio Zacarías, Marcelo Blanco, Gustavo Espinoza, Pablo Añaños, Sergio Salomone, Andrés Gaitán, Carlos Landaburo, Carlos Olarán, Juan Volpe, Jorge Parchomczuk y Carlos Moral, entre otros, surgían nuevamente en lo que alguna vez se denominó Enrique De Roberts.
Cuando Juan Carlos Biscay lo dispuso arrancó el simbólico encuentro que finalizó con una cómoda victoria por 3 a 1 en manos del “Equipo campeón” ante “Las glorias de todos los tiempos”.
Algún vergonzoso hincha que merodeaba la zona baja, anunciaba con cierto pudor que si no hubiera sido por el gran pase que metió Adolfo Sánchez (el hermano de José Luís), para una magistral definición de Jacinto “Tito” Coronel; la nota de color la habría dado “El Negro” Rodríguez, a quien no le tembló el pulso a la hora de encarar los últimos cinco minutos del encuentro con dieciséis jugadores en cancha.
Claro; para que la fiesta fuera impecable, también iba a haber momento para las lágrimas. El minuto de aplausos hacia quien fuera el emblema de aquel equipo campeón, la suelta de globos y el abrazo fraternal y conmovedor de la familia de José Luís Sánchez con cada uno de sus ex compañeros, emocionaría hasta al propio Luís Ventura, quien antes de escuchar uno de los tantos goles del “Loco”, iba a narrar un gran poema de Aníbal López Guerra.
Tanto la entrega de medallas y plaquetas para todos los presentes, como el recital en vivo de un grupo de Reggaetton, resultó el desenlace justo para una jornada inmejorable y asombrosa.
Casi a las 15.00, ex jugadores, cuerpo técnico y allegados, finalmente compartieron un majestuoso asado, también llevado a cabo por la Secretaría de Prensa y Difusión del Porve, los administradores de toda esta historia.
“Ojala pueda volver algún día”; sentenció Pablo Añaños, mientras se retiraba ayudado por las muletas. Y claro; algunas de las estrellas hasta prometieron regresar…
PABLO CARROZA
DALEPORVE.BLOGSPOT.COM
Tal vez, la nostalgia junto al sentimiento blanquinegro, para muchos olvidado; hayan sido los principales cómplices capaces hasta de borrar la última nube de una mañana perfecta.
“Bienvenido a su casa, amigo del Porve; gracias por no faltar a la cita”, anunciaba el periodista Luís Ventura, pasadas las 11.30; mientras Alejandro Márquez y Leandro Alcar, los principales culpables del agasajo, corrían por el campo de juego de un impecable Gildo Ghersinich, con el fin de no descuidar ningún detalle menor.
Al ratito; tras la sorprendente exhibición de taekwondo y en medio de un aliento persistente de unos novecientos simpatizantes que de una buena vez volvían a reencontrarse con sus queridos tablones, iban a aparecer los pibes del FADI. De punta en blanco y cada categoría con sus respectivos delegados, los locos bajitos del Porve, recrearían la vuelta olímpica con la que sueñan despedir el año en un terreno mucho más chico y en medio de una alegría similar.
Posteriormente llegaron los discursos: “Es muy lindo estar en un día tan feliz para El Porvenir. Uno le debe mucho a la institución y si bien por esas cosas del fútbol, en su momento no llegamos a destino; pudimos hacer una linda campaña”; se sinceraba Ricardo Caruso Lombardi, ante la multitud que pedía por su retorno…
Minutos más tarde; Leonardo Carol Madelón, otro de los técnicos que había sido trasladado desde el vestuario hasta el centro de la cancha en un Rambler modelo 62 disfrazado con los colores del Porve, mientras chicaneaba a los hinchas, les decía: “No me aplaudan a mi… Yo solamente continué dos años un proceso que había arrancado Ricardo Calabria. Les quiero agradecer por ser parte del inicio de mi carrera como entrenador. No me olvido de esas cosas y tengo el mejor de los recuerdos de este club.”
Tal como sucedía el 1 de Agosto de 1998, la tarde de la recordada y gloriosa vuelta olímpica; Ricardo Calabria era el primero en fugarse entre una gran cantidad de fotógrafos y periodistas que buscaban perpetuar cada instante.
“Estoy muy feliz de poder estar en el club, en el cual me adoptaron de chico. Ojala el equipo tenga un buen campeonato y las cosas sigan creciendo. Gracias por tanto cariño…”; concluía Ricardo Rodríguez, ante una nueva e interminable rueda de aplausos y súplicas.
Finalizadas las palabras; Daniel “Tota” Santillán, otro de los invitados de lujo, nombraría a los futbolistas que de a uno, algunos con menos pelo, saltarían al verde césped.
Fernando Dubra, Juan Lago, Héctor Luengo, Marcelo Franchini, Iván Delfino, Walter Sanfilippo, Mariano Valentín, Carlos Andrade, Antonio Almirón, Diego Monarriz Jacinto Coronel, Claudio Zacarías, Marcelo Blanco, Gustavo Espinoza, Pablo Añaños, Sergio Salomone, Andrés Gaitán, Carlos Landaburo, Carlos Olarán, Juan Volpe, Jorge Parchomczuk y Carlos Moral, entre otros, surgían nuevamente en lo que alguna vez se denominó Enrique De Roberts.
Cuando Juan Carlos Biscay lo dispuso arrancó el simbólico encuentro que finalizó con una cómoda victoria por 3 a 1 en manos del “Equipo campeón” ante “Las glorias de todos los tiempos”.
Algún vergonzoso hincha que merodeaba la zona baja, anunciaba con cierto pudor que si no hubiera sido por el gran pase que metió Adolfo Sánchez (el hermano de José Luís), para una magistral definición de Jacinto “Tito” Coronel; la nota de color la habría dado “El Negro” Rodríguez, a quien no le tembló el pulso a la hora de encarar los últimos cinco minutos del encuentro con dieciséis jugadores en cancha.
Claro; para que la fiesta fuera impecable, también iba a haber momento para las lágrimas. El minuto de aplausos hacia quien fuera el emblema de aquel equipo campeón, la suelta de globos y el abrazo fraternal y conmovedor de la familia de José Luís Sánchez con cada uno de sus ex compañeros, emocionaría hasta al propio Luís Ventura, quien antes de escuchar uno de los tantos goles del “Loco”, iba a narrar un gran poema de Aníbal López Guerra.
Tanto la entrega de medallas y plaquetas para todos los presentes, como el recital en vivo de un grupo de Reggaetton, resultó el desenlace justo para una jornada inmejorable y asombrosa.
Casi a las 15.00, ex jugadores, cuerpo técnico y allegados, finalmente compartieron un majestuoso asado, también llevado a cabo por la Secretaría de Prensa y Difusión del Porve, los administradores de toda esta historia.
“Ojala pueda volver algún día”; sentenció Pablo Añaños, mientras se retiraba ayudado por las muletas. Y claro; algunas de las estrellas hasta prometieron regresar…
PABLO CARROZA
DALEPORVE.BLOGSPOT.COM
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