Hinchas de Central quisieron agredir al presidente y otros dirigentes. La Policía respondió: dos agentes están graves.
Se veía venir, pero la furia no se pudo prevenir. Con el descenso consumado, un grupo de hinchas descargó toda su frustración con agresiones, con crueldad y violencia primero contra la Policía, y después intentando encontrar al padre de la derrota, a quien entienden es el principal responsable de que Central viviera este presente: el presidente Horacio Usandizaga. Y hacia su domicilio se dirigió un grupo de hinchas enfurecido que se volvió a enfrentar con los efectivos que custodiaban la casa del dirigente, y continuó con los destrozos que habían comenzado en el estadio. Al cierre de esta edición, se contaban cuatro detenidos y 27 heridos, dos de ellos de gravedad: el comisario Baltazar Manchado recibió un golpe en la columna y tiene comprometidas las funciones motrices, mientras que una oficial fue herida con un hierro en la cabeza.
La amenaza de la barra apareció antes del entretiempo. “Se pudre todo la puta...”, avisaron. Y en el descanso bajaron y rompieron los vidrios de los accesos a los palcos dirigenciales. Después del 0-3 de Vella, la caldera ardía. Mientras miles de canallas rompían en llanto y aplaudían a All Boys, otros tantos se alejaban del Gigante anticipándose a lo que sería la batalla campal.
La violencia arrancó cuando los hinchas quisieron irse del estadio y se encontraron con candados en las puertas. La impotencia generó más disturbios, más destrozos, más peleas, más locura, que la Policía sólo supo responder con balas de gomas y gases lacrimógenos. Las plateas, los palcos, el bufet, los puestos de choripanes, todo volaba por el aire como arrasado por un tornado. Los accesos al estadio también fueron devastados. La intención de los efectivos, a esa altura, era sacar a los violentos y dispersarlos, que según aseguró el Comisario Hernán Brest, encargado del operativo, se consiguió.
Fue el peor final.
OLÉ
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