Los contrastes que se imaginaban iban aparecer en el campo de juego no se dieron, pero sí en el entorno. Está claro que para los hinchas de All Boys ganar la promoción es como encontrar la llave para ingresar al cielo. Mientras que para los canallas perder esta serie es como sacar un pasaje al infierno. Desde esta definición se puede comprender dos maneras diferentes de vivir el mismo juego. Porque al tiempo que unos niños ingresaban a la cancha con una bandera auriazul a manera de bienvenida, los canallas rugían por una victoria que los hiciera pasar rápido el duro trance. Porque cuando Burdisso alcanzó milagrosamente un empate impensado el palco donde estaban los centralistas estalló en un grito, ante la mirada pacífica de los plateístas, quienes ni osaron proliferar un insulto.
La pregunta se imponía casi por decantación. ¿Este comportamiento sería posible en otro escenario? Díficil, muy difícil.
Ya desde la infraestructura All Boys transmite una particularidad compleja de asimilar para quienes la violencia y la intolerancia son componentes del fútbol. Es que la platea está separada del campo de juego por una baja reja alambrada, que no supera el 1,70 metro. Llamativa división que provocó la espontánea reflexión de un centralista: "Te imaginás en el Gigante una reja como esta, la saltamos como canguros a los pocos minutos".
Después la paciencia de los albos debe tener antecedente oriental, porque sentados sin gestos ni gritos aguardaron más de 30’ la salida de la hinchada visitante, sin agolparse en una puerta como ocurre en la mayoría de los estadios. Como el ordenado movimiento multitudinario que protagonizaron cuando la policía los habilitó a partir, sin incidentes y con la satisfacción de haber estado en un partido en el que su equipo fue protagonista.
Está claro. Cada uno lo vive a su manera. All Boys con la moderada esperanza de ser de primera. Central tal como lo rezan dos banderas que asomaron en la popular. "Cuánto más sufro más te quiero" y "En las malas, y en las muy malas mucho más".
http://lacapital.com.ar
La pregunta se imponía casi por decantación. ¿Este comportamiento sería posible en otro escenario? Díficil, muy difícil.
Ya desde la infraestructura All Boys transmite una particularidad compleja de asimilar para quienes la violencia y la intolerancia son componentes del fútbol. Es que la platea está separada del campo de juego por una baja reja alambrada, que no supera el 1,70 metro. Llamativa división que provocó la espontánea reflexión de un centralista: "Te imaginás en el Gigante una reja como esta, la saltamos como canguros a los pocos minutos".
Después la paciencia de los albos debe tener antecedente oriental, porque sentados sin gestos ni gritos aguardaron más de 30’ la salida de la hinchada visitante, sin agolparse en una puerta como ocurre en la mayoría de los estadios. Como el ordenado movimiento multitudinario que protagonizaron cuando la policía los habilitó a partir, sin incidentes y con la satisfacción de haber estado en un partido en el que su equipo fue protagonista.
Está claro. Cada uno lo vive a su manera. All Boys con la moderada esperanza de ser de primera. Central tal como lo rezan dos banderas que asomaron en la popular. "Cuánto más sufro más te quiero" y "En las malas, y en las muy malas mucho más".
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